Porque de las casualidades a veces nace la inspiración.
Además yo también quiero una foto de un cachorro.
Además yo también quiero una foto de un cachorro.
Matilde salió de la ducha y se envolvió en la toalla que acababa de sacar de la secadora. Sintió el aroma del suavizante arroparla y cerró los ojos con la anticipación de los abrazos que se le venían encima dentro de muy poco.
Comenzó a vestirse con cuidado, ceremonialmente. Como si alguien la estuviera viendo.
Al deslizarse el vestido de algodón sobre los brazos tuvo que cerrar los ojos de nuevo. Nadie sabe porqué, pero es imposible deslizarse dentro de una camisa o un vestido sin cerrar los ojos.
Justo allí pensó en David. En sus muchos años juntos. En la manera en que ya estaba acostumbrada hasta a sus bostezos. La rutina representa ciertos placeres, además del consabido desgano. Pero siendo este último mucho más reconocido, se le he endilgado a la pobre una muy mala fama.
David no tenía ni idea de este vestido. Ni del perfume nuevo que Matilde comenzaba a rociar en sus hombros y en la cuenca interna de los codos. Olía a mandarinas y vainilla. Tal como le gustaba a Bartolomé. Dulce, pero con cierto toque ácido escondido. Sólo perceptible en algunas ocasiones. Como la vida, pensaba él. Como el amor, pensaba ella.
Hoy terminaría todo, se decía Matilde. Hasta hoy durarían las excusas, las mentiras. Los malabares para dividirse la vida entre cuatro brazos, cuatro ojos, dos corazones y dos... de esos. Porque hasta eso se hace cuesta arriba. Cumplirle a dos puede volverse un desafío. ¡Vamos! que sabemos que el roce agita pero también irrita.
Todo eso pensaba Matilde cuando juntaba sus labios haciendo una O. Tal como le enseñó su mamá para sellar el carmín del maquillaje.
Nunca había sido tan largo el trayecto de la puerta al ascensor. Mucho más los 11 pisos que la separaban del suelo, dentro de esa jaula llena de espejos.
Diez... David entenderá que la vida sigue, y que todos tomamos caminos distintos cuando nos toca.
Nueve... Barti sabrá que esto es sólo un inicio para los dos. Porque nadie quiere encierro cuando acaba de salir del calabozo.
Ocho...Este escote les gusta a los dos. Pero David lo soporta menos cuando otros hombres lo notan en la calle.
Siete...David va a llorar cuando lo sepa. Eso es seguro. A veces quisiera que fuera menos sensible.
Comenzó a vestirse con cuidado, ceremonialmente. Como si alguien la estuviera viendo.
Al deslizarse el vestido de algodón sobre los brazos tuvo que cerrar los ojos de nuevo. Nadie sabe porqué, pero es imposible deslizarse dentro de una camisa o un vestido sin cerrar los ojos.
Justo allí pensó en David. En sus muchos años juntos. En la manera en que ya estaba acostumbrada hasta a sus bostezos. La rutina representa ciertos placeres, además del consabido desgano. Pero siendo este último mucho más reconocido, se le he endilgado a la pobre una muy mala fama.
David no tenía ni idea de este vestido. Ni del perfume nuevo que Matilde comenzaba a rociar en sus hombros y en la cuenca interna de los codos. Olía a mandarinas y vainilla. Tal como le gustaba a Bartolomé. Dulce, pero con cierto toque ácido escondido. Sólo perceptible en algunas ocasiones. Como la vida, pensaba él. Como el amor, pensaba ella.
Hoy terminaría todo, se decía Matilde. Hasta hoy durarían las excusas, las mentiras. Los malabares para dividirse la vida entre cuatro brazos, cuatro ojos, dos corazones y dos... de esos. Porque hasta eso se hace cuesta arriba. Cumplirle a dos puede volverse un desafío. ¡Vamos! que sabemos que el roce agita pero también irrita.
Todo eso pensaba Matilde cuando juntaba sus labios haciendo una O. Tal como le enseñó su mamá para sellar el carmín del maquillaje.
Nunca había sido tan largo el trayecto de la puerta al ascensor. Mucho más los 11 pisos que la separaban del suelo, dentro de esa jaula llena de espejos.
Diez... David entenderá que la vida sigue, y que todos tomamos caminos distintos cuando nos toca.
Nueve... Barti sabrá que esto es sólo un inicio para los dos. Porque nadie quiere encierro cuando acaba de salir del calabozo.
Ocho...Este escote les gusta a los dos. Pero David lo soporta menos cuando otros hombres lo notan en la calle.
Siete...David va a llorar cuando lo sepa. Eso es seguro. A veces quisiera que fuera menos sensible.
Seis... No compré el papel del baño. Tengo que hacerlo todo yo.
Cinco... Finalmente le voy a dar la razón a mi suegra. Resulta que sí soy una puta.
Cuatro... ¿Cómo será la madre de Bartolo?
Tres... Tres.
Dos... No he pagado el condominio.
Uno... Cuando vuelva, tengo que hacer las maletas.
PB.
Matilde busca su teléfono para avisar que va saliendo. Siempre le ha chocado la dependencia del celular y los estatus para un encuentro. ¿Cómo hacía la gente antes para encontrarse en algún lugar?.
¿Acaso no era mejor la expectativa de la espera? El no saber con exactitud a qué distancia se encuentra el otro. La emoción de divisar el rostro esperado por una esquina cualquiera. La angustia de extrañarse hasta el día siguiente. Sin decirle a nadie "ya llegué". "Estoy en casa".
Por millonésima vez cae en cuenta de que el pequeño aparato negro se quedó olvidado sobre el mueble del recibo. Tiene que volver a buscarlo, toca de nuevo el botón rojo que llama a la jaulita hasta su posición.
De pronto asoma David por la puerta principal de la torre. Trae en brazos un cachorrito moteado. Los dos sonríen moviendo la cola - aunque es cierto que el hombre no tiene cola, pero es como si la tuviera-.
- ¡Mira lo que traje!... ¿verdad que es adorable?. ¿Te parece si practicamos con él? Así nos alegra la vida, y tenemos un tercero en casa.
Matilde sólo sonríe mirando al peludo ese. Y al perrito.
- Por cierto, ¿qué haces aquí ? ¿Vas saliendo? ¿A dónde vas? -la increpa-
Luego de un breve silencio, que él ni siquiera descubre, ella responde.
- No. Estoy llegando.
El perrito salta desde los brazos de su nuevo dueño hacia el suelo del lobby. Le ladra a Matilde, moviendo la cola de nuevo.
- ¿Cómo quieres ponerle? ¿Se te ocurre algún nombre?
La sonrisa de ella se expande por su cara hasta cubrirla toda, con una epifanía.
- Bartolomé -responde-. Así podemos decirle Bart, Barti o Bartolo.
6 comentarios:
hermoso! me encantan cuando un escrito me transmite olores como este. me encantó
Pasando a curiosear por acá.
Amé el post y el perrito de sueño!
Está finísimo... Me recordó un poco al corto Ana y Manuel, por el perrito, no sé si lo has visto...
ahora es que me vengo a dar cuenta que me habías linkeado al principio que gafoooo jajaja
thanks! luv ya my perfect!
WOW!!!! Me encanto este post. Quedé con ganas de mas.
Wow! curioseando por internet me encontre con este texto.. me encanto! esta muy buenoooo
y ese cachorrito lo ame xD!
saludos!
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