Para @Thedannyboy13, que no ha dejado de pedirme que escriba
y no sabe lo mucho que significa eso
y no sabe lo mucho que significa eso
Buenos Aires.
De este texto no tengo nada claro aún, salvo que tiene que empezar de esta forma, con esas dos palabras que en realidad son una.
Buenos Aires, la de los porteños -guapos e histéricos-, la de Cortázar, la de Mafalda, la de Evita, la de los miles de venezolanos entre 20 y 35 años, la que ahora es mía porque quise yo. Esa será siempre la gran diferencia de nuestro romance, porque Caracas fue mía porque quiso ella, o el destino cuando me mandó a nacer en sus calles.
Las películas y los libros nos enseñan siempre a luchar por nuestros sueños, a trabajar duro por ellos, para abrazarlos al final de la historia y poder sonreír en el último cuadro justo antes de que se lea "Fin". La cosa es que nadie nos cuenta que pasa después, cuando se apagan las luces en el cine apenas está comenzado la historia de la heroína o el galán, pero nosotros nos vamos a casa contentos por saber que logró lo que quería. Casarse o salvar al mundo, da lo mismo. Ahora yo estoy justo en ese punto, me bajé de un avión a 9mil km de mi casa, le sonreí al amanecer que me recibió en este puerto y ahí, justo ahí, donde hubiera terminado la película que narraba mis luchas y esfuerzos por cumplir mi sueño de venir a vivir en este lado del mundo, fue que en realidad empezó todo.
Pasé los últimos 2 años -quizá un poco más - pensando en Buenos Aires, leyendo a Buenos Aires, viendo a Buenos Aires - en mapas, en fotos, en films-, oyendo a Buenos Aires. Coño, que tenía un mapa pegado a la pared de mi cuarto y un libro sobre la argentinidad. Ahora tengo más de 2 semanas viviéndola, y siento que aún no tengo nada claro.
Creo que nadie me dijo qué se hace cuando cumples tu sueño. ¿A donde voy? ¿Me busco otro sueño ahora? ¿Debería sentirme realizada, verdad? Y lo estoy, ¿pero qué hago con este hueco en el pecho cuando pienso en alguien que dejé lejos?
¿Por qué no recuerdo cómo hice para vivir esto mismo hace casi 10 años? ¿No se suponía que el bloqueo de escritor terminaría por arte de magia cuando pudiera sentarme en una plaza porteña a escribir? ¿Soy feliz? Sí ¿Pero me sigue faltando algo? Así parece ¿Sé qué es? No, y lo peor es que tampoco sé por donde empezar a buscarlo.
Hace un par de días, finalmente, encontré a Buenos Aires. Yo ya sabía que no estaba en el Obelisco, rodeado de japoneses con cámaras, ni en Puerto Madero, con su puente incoherente y pertubador, muchísimo menos en Plaza Cortázar, ese no lugar tristísimo, donde centenares de nórdicos van a engañarse con una ilusión de viajero, bebiendo la misma cerveza que en casa, hablando en el mismo idioma, y perdiendo la conciencia con la misma falta de gracia.
La verdad es que Buenos Aires me encontró a mi, sentada en un portal fumando un cigarrillo. Se acercó caminando, con la forma de dos hombres viejos y simpáticos que arrastraban los pies. Nadie nos presentó, como debe ser, y ellos sólos decidieron contarme sobre este puerto y lo que tiene para ofrecer. Me pidieron que evitara ciertos lugares y me recomendaron con insistencia otras esquinas que no aparecen en ninguna guía turística. Me hablaron de la Caracas que conocieron hace 40 años, y si no fuera porque mi partida de nacimiento me lo confirma, juraría que me hablaban de un lugar distinto al que conozco.
Varias cosas me impresionaron durante las dos horas de conversa. Primero, su convicción de que los porteños son lo que son por lo que comen, el bife de chorizo los hace fuertes e inteligentes pero los mata de cáncer, según ellos. Luego, esa pasión que todavía pueden demostrar - con más de 80 años - para mirar sin vergüenza a todas y cada una de las mujeres que pasaron frente a nosotros.
Finalmente, lo que más disfruté fue presenciar su amistad, confirmar lo que ya sabía, que se puede amar a un amigo luego de 40 años, que esa complicidad que se lee en la mirada de dos cuando han compartido todo no se borra con el pasar de los años. Estos dos seres no tuvieron que decir que son amigos desde hace mil años y para siempre, que dejaron de ser amigos hace mucho para convertirse en hermanos, pero lo supimos, lo escuchamos en sus carcajadas, en las frases de uno que terminaba el otro, y eso me dio la paz que necesitaba en ese preciso momento. Pude imaginarme en 40 años, interpelando a un grupo de jovencitos en un acera, con alguno de mis amigos que estará tan arrugado como yo, segura de que somo capaces de construir el amor de muchas formas, sólo basta que dos personas quieran.
El más divertido de los dos me habló del sino, me explicó en su fuerte acento porteño que es una expresión para explicar lo inevitable. "Es eso que tiene que suceder, sin importar lo que hagas, si lo buscas o si lo evitas, ocurrirá porque tiene que ocurrir, eso es el sino". Le entendí, y sonreí.
Desde ahora quiero pensar que venir a Buenos Aires fue un sino. Es una idea tan romántica que suena a literatura. Precisamente lo que necesito.
¿Quien diría que un par de octogenarios desconocidos me darían respuestas? Mirá vos.
De este texto no tengo nada claro aún, salvo que tiene que empezar de esta forma, con esas dos palabras que en realidad son una.
Buenos Aires, la de los porteños -guapos e histéricos-, la de Cortázar, la de Mafalda, la de Evita, la de los miles de venezolanos entre 20 y 35 años, la que ahora es mía porque quise yo. Esa será siempre la gran diferencia de nuestro romance, porque Caracas fue mía porque quiso ella, o el destino cuando me mandó a nacer en sus calles.
Las películas y los libros nos enseñan siempre a luchar por nuestros sueños, a trabajar duro por ellos, para abrazarlos al final de la historia y poder sonreír en el último cuadro justo antes de que se lea "Fin". La cosa es que nadie nos cuenta que pasa después, cuando se apagan las luces en el cine apenas está comenzado la historia de la heroína o el galán, pero nosotros nos vamos a casa contentos por saber que logró lo que quería. Casarse o salvar al mundo, da lo mismo. Ahora yo estoy justo en ese punto, me bajé de un avión a 9mil km de mi casa, le sonreí al amanecer que me recibió en este puerto y ahí, justo ahí, donde hubiera terminado la película que narraba mis luchas y esfuerzos por cumplir mi sueño de venir a vivir en este lado del mundo, fue que en realidad empezó todo.
Pasé los últimos 2 años -quizá un poco más - pensando en Buenos Aires, leyendo a Buenos Aires, viendo a Buenos Aires - en mapas, en fotos, en films-, oyendo a Buenos Aires. Coño, que tenía un mapa pegado a la pared de mi cuarto y un libro sobre la argentinidad. Ahora tengo más de 2 semanas viviéndola, y siento que aún no tengo nada claro.
Creo que nadie me dijo qué se hace cuando cumples tu sueño. ¿A donde voy? ¿Me busco otro sueño ahora? ¿Debería sentirme realizada, verdad? Y lo estoy, ¿pero qué hago con este hueco en el pecho cuando pienso en alguien que dejé lejos?
¿Por qué no recuerdo cómo hice para vivir esto mismo hace casi 10 años? ¿No se suponía que el bloqueo de escritor terminaría por arte de magia cuando pudiera sentarme en una plaza porteña a escribir? ¿Soy feliz? Sí ¿Pero me sigue faltando algo? Así parece ¿Sé qué es? No, y lo peor es que tampoco sé por donde empezar a buscarlo.
Hace un par de días, finalmente, encontré a Buenos Aires. Yo ya sabía que no estaba en el Obelisco, rodeado de japoneses con cámaras, ni en Puerto Madero, con su puente incoherente y pertubador, muchísimo menos en Plaza Cortázar, ese no lugar tristísimo, donde centenares de nórdicos van a engañarse con una ilusión de viajero, bebiendo la misma cerveza que en casa, hablando en el mismo idioma, y perdiendo la conciencia con la misma falta de gracia.
La verdad es que Buenos Aires me encontró a mi, sentada en un portal fumando un cigarrillo. Se acercó caminando, con la forma de dos hombres viejos y simpáticos que arrastraban los pies. Nadie nos presentó, como debe ser, y ellos sólos decidieron contarme sobre este puerto y lo que tiene para ofrecer. Me pidieron que evitara ciertos lugares y me recomendaron con insistencia otras esquinas que no aparecen en ninguna guía turística. Me hablaron de la Caracas que conocieron hace 40 años, y si no fuera porque mi partida de nacimiento me lo confirma, juraría que me hablaban de un lugar distinto al que conozco.
Varias cosas me impresionaron durante las dos horas de conversa. Primero, su convicción de que los porteños son lo que son por lo que comen, el bife de chorizo los hace fuertes e inteligentes pero los mata de cáncer, según ellos. Luego, esa pasión que todavía pueden demostrar - con más de 80 años - para mirar sin vergüenza a todas y cada una de las mujeres que pasaron frente a nosotros.
Finalmente, lo que más disfruté fue presenciar su amistad, confirmar lo que ya sabía, que se puede amar a un amigo luego de 40 años, que esa complicidad que se lee en la mirada de dos cuando han compartido todo no se borra con el pasar de los años. Estos dos seres no tuvieron que decir que son amigos desde hace mil años y para siempre, que dejaron de ser amigos hace mucho para convertirse en hermanos, pero lo supimos, lo escuchamos en sus carcajadas, en las frases de uno que terminaba el otro, y eso me dio la paz que necesitaba en ese preciso momento. Pude imaginarme en 40 años, interpelando a un grupo de jovencitos en un acera, con alguno de mis amigos que estará tan arrugado como yo, segura de que somo capaces de construir el amor de muchas formas, sólo basta que dos personas quieran.
El más divertido de los dos me habló del sino, me explicó en su fuerte acento porteño que es una expresión para explicar lo inevitable. "Es eso que tiene que suceder, sin importar lo que hagas, si lo buscas o si lo evitas, ocurrirá porque tiene que ocurrir, eso es el sino". Le entendí, y sonreí.
Desde ahora quiero pensar que venir a Buenos Aires fue un sino. Es una idea tan romántica que suena a literatura. Precisamente lo que necesito.
¿Quien diría que un par de octogenarios desconocidos me darían respuestas? Mirá vos.
Con este texto pretendo arrancar un nuevo ciclo del blog,
pronto vendrán cambios de forma.
pronto vendrán cambios de forma.
8 comentarios:
ESTAS VIVIENDO ACA ??????????!!
como sea, mucha merde en el nuevo ciclo del blog
empezó muy bien
Una vez alguien, uno de estos románticos empedernidos -amante de Cortázar, del existencialismo y del café- y yo tuvimos una conversación que fue más o menos así:
Él: Un sueño termina justo donde comienza otro, por eso pasamos toda nuestra vida soñando.
Yo: Entonces ¿nunca seremos felices tratando de alcanzar nuestros sueños?
Él: No, la felicidad no se encuentra en el sueño cumplido, sino en todo lo que haces para cumplirlo. Diría Fito Páez "Lo importante no es llegar, lo importante es el camino".
Esa, definitivamente, ha sido una de las mejores conversaciones que he tenido en la vida.
Éxito con tu nueva vida :)
"Entendiste y sonreíste", eso es todo lo que importa!
Mujer, se siente el aire distinto en la escritura, se perciben ideas tras bastidores y esa mirada que antoja a comerse el mundo por donde sea que se pise. Deben ser ideas mías, pero huele a Buenos Aires.
Gracias por volver a escribir.
Alejo
mi querida perfect,
todas las semanas visitaba este espacio con la esperanza de encontrar algo nuevo. nunca, insisto, nunca pense que ibas a abandonarlo. y siempre supe que te iba a volver a leer. y vaya de que manera... hermoso texto. extranaba tus letras y esa belleza que ellas cargan.
feliz sueno.
y quieres un consejo? cuando algo o alguien te trate de despertar, no les pares, cierra tus ojos, sigue sonando.
Iâve been into blogging for quite some time and this is definitely a great post.Cheers!
generic paxil
Hola!!, te escribe una porteña que ha llegado aqui y ha quien haz emocionado con tus letras...
Y si BS AS es eso... son sus calles, su humedad, su gente...
Pero al reves de ti yo me siento q no pertrenezo aqui cada vez q vuelvo...mmm aun nose de donde soy!!. Pero bueno, anda!! camina busca lo q tu cprazon quiere decirte, busca el lugar q hizo marcar cuando tenias tu mapa en la pared (de verdad nos tenias ahi??) seguramente habra un porque, tal vez comienzes la nostalgia de no ver tu gente...
Ahi solo preguntale a tu alma... q estas buscando aqui???, preguntaselo al viento!!!
May
pd: un gusto haberte leido,
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