Continúa el reto de los 30 libros.
Recomendamos , según la indicación correspondiente, un libro por día.
La Casa Verde. Mario Vargas Llosa.
No es que no hubiera leído nada suyo, en mi cumpleaños número 21 me regalaron la última novela suya que se había publicado. Pero por alguna razón, yo siempre terminaba abandonando sus libros antes de llegar a la caja registradora de la librería, decidida a llevarme otros más urgentes y menos comunes.
Lo de "común" no pretende ser una ofensa, bastante que me quejo de los hipster que desprecian a los autores más populares precisamente por eso, porque es más cool decir que leemos a algún lector impronunciable que no nos nombran en la universidad y que las "masas pseudoilustradas" no conocen.
Como es tan fácil conseguir la obra de este peruano polémico en cualquier lugar del mundo, y en cualquier tipo de edición, siempre me dije que luego lo compraba, que ya le llegaría su hora. Y le llegó.
Una de las cosas más maravillosas que tiene esta ciudad a la que decidí mudarme es que hay librerías por todas partes, para todos los gustos y todos los bolsillos. Así que hace poco me metí en una de las 12mil tiendas de libros que hay sobre la calle Corrientes y cumplí mi autopromesa. Compré una copia de su obra más reconocida (?) en una edición de Clarín que, como siempre, salió BBB (buena, bonita y barata). Páginas muy blancas, tapa dura y sólo 15 pesos. ¡Una ganga!
Mi conclusión es que quien decida meterse a la selva amazónica con Vargas Llosa tiene que armarse de paciencia y poner mucha atención. Empezará a entender muchas cosas apenas a la mitad del libro. Pero no lo abandonen, por favor, no lo abandonen. Una vez encaramados en la curiara que avanza entre Piura y Santa María de Nieva (y para atrás y para adelante sin respetar presente-futuro-pasado) tiene garantizado un paseo bonito y mágico, típico del boom latinoamericano.
Quizá haya una generación (la anterior a la mía) que se aburrió de los cuentos pintorescos, llenos de selvas, llanos, indios, fantasmas y puritanos. Pero yo me siento muy cómoda navegando en esas aguas. Yo no tengo ningún problema con el realismo mágico ni con el boom, así que yo sigo leyendo a esta gente.
Para edificios, autopistas, sangre y balas, me basta con asomarme a la ventana o prender la tele.
Para mi la literatura es - en este momento- un viaje hacia lugares que no existen más, ni en la realidad ni en la imaginación de nadie, y deberían. Que me perdonen los contemporáneos.
Terminé de leer este libro hace un par de semanas y así, finalmente, saldé la deuda que tenía conmigo desde hace años, cuando me enteré que este señor existía y que era uno de "los que había que leer".
No es que no hubiera leído nada suyo, en mi cumpleaños número 21 me regalaron la última novela suya que se había publicado. Pero por alguna razón, yo siempre terminaba abandonando sus libros antes de llegar a la caja registradora de la librería, decidida a llevarme otros más urgentes y menos comunes.
Lo de "común" no pretende ser una ofensa, bastante que me quejo de los hipster que desprecian a los autores más populares precisamente por eso, porque es más cool decir que leemos a algún lector impronunciable que no nos nombran en la universidad y que las "masas pseudoilustradas" no conocen.
Como es tan fácil conseguir la obra de este peruano polémico en cualquier lugar del mundo, y en cualquier tipo de edición, siempre me dije que luego lo compraba, que ya le llegaría su hora. Y le llegó.
Una de las cosas más maravillosas que tiene esta ciudad a la que decidí mudarme es que hay librerías por todas partes, para todos los gustos y todos los bolsillos. Así que hace poco me metí en una de las 12mil tiendas de libros que hay sobre la calle Corrientes y cumplí mi autopromesa. Compré una copia de su obra más reconocida (?) en una edición de Clarín que, como siempre, salió BBB (buena, bonita y barata). Páginas muy blancas, tapa dura y sólo 15 pesos. ¡Una ganga!
Mi conclusión es que quien decida meterse a la selva amazónica con Vargas Llosa tiene que armarse de paciencia y poner mucha atención. Empezará a entender muchas cosas apenas a la mitad del libro. Pero no lo abandonen, por favor, no lo abandonen. Una vez encaramados en la curiara que avanza entre Piura y Santa María de Nieva (y para atrás y para adelante sin respetar presente-futuro-pasado) tiene garantizado un paseo bonito y mágico, típico del boom latinoamericano.
Quizá haya una generación (la anterior a la mía) que se aburrió de los cuentos pintorescos, llenos de selvas, llanos, indios, fantasmas y puritanos. Pero yo me siento muy cómoda navegando en esas aguas. Yo no tengo ningún problema con el realismo mágico ni con el boom, así que yo sigo leyendo a esta gente.
Para edificios, autopistas, sangre y balas, me basta con asomarme a la ventana o prender la tele.
Para mi la literatura es - en este momento- un viaje hacia lugares que no existen más, ni en la realidad ni en la imaginación de nadie, y deberían. Que me perdonen los contemporáneos.
1 comentario:
Si tengo alguna razón para sentir envidia cochina y furibunda, es que vivas en un país en el que los libros no cuestan un ojo de la cara!
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