Ella corrió y corrió hasta el límite de sus fuerzas, hasta que dejó de sentir las piernas y creyó que los pulmones le iban a renunciar. Corrió sin parar hasta gastar las suelas de sus zapatos.
Cuando finalmente llegó a su destino, se detuvo frente a un espejo y del otro lado la esperaba su propio reflejo. Pero la del espejo tenía los zapatos nuevos, así que sólo se le ocurrió gritarle para que empezara a correr también.
3 comentarios:
Ok...
Me encanto! :)
genial!
Es como un relevo onírico en el subdesarrollo.
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