Escribí esto el lunes en la noche, pero ABA todopoderosa no me había dejado publicarlo antes
Voy a tomar esta necesidad como un buen augurio. Hoy regreso a casa, aunque vengo de mi otra casa, y una picazón me carcome los dedos sin dejarme dormir. Fue tanto el ardor que tuve que levantarme de la cama que ya me abrazaba calientita, y pelear contra esta computadora que hoy no quiso cooperar.
Luché un par de horas por acceder a mi conexión y no hubo manera. Terca como soy, intenté acostarme a dormir – es que no me gusta escribir en Word sino directo en Blogger- pero no pude. Lo bueno es que todo esto me parece sencillamente fantástico.
No es la primera vez que me consume el hambre de escribir, pero antes fue por dolor, tristeza, nostalgia o rabia. Hoy estoy contenta, y no he parado de pensar en todo lo que les puedo contar sobre esta rara felicidad.
No me malinterpreten, odio decirle adiós a mi familia. Nunca me abandonará ese nudo que se forma más arriba del ombligo cuando abrazo a mi madre para despedirme por otra larga temporada, pero cada vez con más fuerza siento que hay algo que hala el nudo desde arriba, como para deshacerlo de un tirón.
Hoy, apenas pisé el suelo caraqueño, supe qué era ese ‘algo’.
El algo se materializó en llamadas, mensajes, abrazos, voces conocidas y carcajadas que ya son marca registrada.
Lo mejor es que luego de eso hubo más. El olor de mi casa (que no es el mismo de la otra), las letras que me trajo este monitor desde otros sitios de esta misma ciudad (mi ciudad), y el orden / desorden que lleva mi impronta en casi todos los espacios de estos pocos metros cuadrados que habito desde hace casi dos años.
Descubrí que uno sólo ansía regresar a dónde lo esperan, y por alguna fortuna casi inexplicable a mi me esperan en más de un lugar.
Ahora que escribí estos párrafos me estoy sintiendo mejor. Mi primer deseo verdadero para este nuevo año acaba de nacer. Quiero mantener estas ganas durante todo el tiempo que sea posible, y que me sigan esperando aunque yo no tenga claro el porqué.
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