4.11.10

Mi corazón 2.0

A Mela y a Hernán

Cada mañana me siento frente a este escritorio, enciendo el monitor y muevo un poco el mouse para que la pantalla cobre vida.

Nadie sabía que dejo la computadora prendida siempre y que sólo apago el monitor al irme cada noche, ahora lo saben todos ustedes, los 15 lectores que le quedan a este blog luego de tanto abandono.

No quiero que nadie me cuente cuantos hogares podrían usar la energía que gasta mi computador prendido toda la noche. Yo hago muchas otras cosas para salvar a los osos polares y a los pinguinos bebés: no recibo bolsas plásticas salvo que sea absolutamente necesario, desconecto mis cargadores aunque deba hacer contorsionismo bajo el escritorio o detrás del sofá y cierro el grifo de la ducha para enjabonarme y para aplicar el champú. Sepan entonces perdonar la eterna vela de mi PC.

Lo hago para no perder ni un segundo en conectarme. Siempre me ha parecido interminable el proceso de encendido de un computador, más si es uno viejo como el que tengo en la oficina. Además soy impaciente y adicta a la web.

Hace mucho que acepté mi dependencia a internet y al contrario de los apocalípticos que anuncian el fin de las relaciones interpersonales y la deshumanización, yo les puedo asegurar que mi vida 2.0, lejos de afectar la 1.0, sólo la ha alimentado y ayudado a crecer.

Hoy he cumplido mi rutina de siempre y he abierto las tres pestañas reglamentarias de todos los días al llegar: correo, twitter y lector de blogs.

Entre los muchos correos de trabajo, aburridos e impersonales, me encontré una carta, de esas que te hacen sonreir al reconocer el afecto en cada letra.

Entre los muchos posts que subieron los casi 80 escritores que leo en blogs, hubo uno que me emocionó hasta las lágrimas, como ya ha hecho tantas otras veces, porque me habló de cosas de verdad que yo creía que eran imposibles.

La autora del mail que me hizo sonreir es alguien de verdad, lo sé porque coincidimos cientos de veces en salones de clase y jardines varios, aunque por alguna razón nunca compartimos más de tres palabras en vivo, hasta que descubrimos que cada una tenía un lugarcito de estos etéreos, donde se cuelgan pensamiento sueltos, fotos viejas y los chistes malos que no nos atrevemos a decir en público. Yo descubrí que la flaca de los rulos escribía maravillosamente bien, que era simpática y graciosa, además de pana. Ella seguro confirmó lo que ya sospechaba, que la negrita pretenciosa era payasa y dramática, pero al menos tenía buena ortografía.

Lo cierto es que nos leemos, de todas las formas posibles en la red, desde hace mucho. Y aunque nunca nos tomamos un café en el grasetín de la universidad, esta mañana me mandó una carta que me hizo sonreir.

El que escribió el post en el blog, es un señor gordo, casado y con una hija, que nació en Argentina y se fue a España hace 10 años. Que ha escrito las cosas más maravillosas que he leído en internet, al que no conozco pero hemos cruzado un par de palabras por el chat de Facebook. En fin, un completo desconocido.

Sin embargo me emociona cada letra que escribe como si fuera mio el cuento, como si fuera yo la que está montando una revista con mi mejor amigo. Como si fuera yo la que mudó a su familia entera a un pueblito catalán para empezar un sueño.

Joder, como si fuera yo la que estuviera haciendo su sueño de adolescente realidad.

Un mail y un post. Esos fueron mis acompañantes de esta mañana.
Una sonrisa y unas lagrimitas.

Al carajo la deshumanización, a mi internet sólo me ha vuelto cada vez más humana.
¿A ustedes no?