22.9.11

30 Libros. Día 15. Uno que haya amado hace años y del que hoy reniega.

Recomendamos, según la indicación correspondiente, un libro por día

Paula. Isabel Allende.



Admito desde la primera línea que es muy esnob renegar de un libro. En general, los libros nos gustan o no nos gustan. Las subjetividades atadas a la percepción del arte, en cualquiera de sus expresiones, nos permiten acercarnos o alejarnos de las obras según nuestros propios parámetros, pero nadie tiene verdadero derecho de denominarlas como buenas o malas.

Así que este ejercicio se refiere más bien a lo que antes me gustó y ahora no, pero ni admiré el libro en principio, ni reniego de él ahora. Cambié, y por tanto, cambió la manera en la que me acerco a las cosas.

Cuando leí Paula, en algún momento entre 2002 y 2006 (lo sé porque aún vivía con mi padre), yo era otra. Empezaba a hacerme mujer, desde todos los puntos de vista. Empezaba a definir las posiciones que tomaría ante la mayoría de los aspectos vitales, pero aún era muy ingenua y muy insegura.

En aquel momento aún no me había contaminado de los prejuicios que hoy me alejan de los autores de Best Sellers. Todavía no era capaz de entender que una autora internacionalmente reconocida y alabada podía ser también un fiasco lleno de fórmulas comerciales.

Lloré leyendo Paula, porque la pobre Isabel sufrió mucho. Me escandalicé con muchas de las anécdotas, porque todavía tenía la capacidad de escandalizarme. Leí confiada lo que el mundo entero me decía que debía leer (al menos todas las vidrieras de Nacho y Tecniciencia me lo decían)

Pero hace poco limpié mi biblioteca por mudanza y deseché sin dolor mi copia de Paula. Lo veo ahora como un compilado de cursilerías y condescencia marketinero. No me pregunten ni porqué. De nuevo, las subjetividades.

No lo recomendaría a nadie. No me provoca leer más nada de ella, aunque sé que debería leer La casa de los espíritus. Es que la siento como una Delia Fiallo que se logró colear como literatura seria cuando debió quedarse en las páginas finales de la Cosmopolitan.

Sí, ya sé, que yo misma dije que no existe algo como la "literatura seria", pero ¿qué le voy a hacer?. Eso me pasa.

Si es por mi no la lean, hay mejores cosas allá afuera.


7.9.11

30 Libros. Día 14. Uno que haya odiado hace años y hoy admira.

Recomendamos, según la indicación correspondiente, un libro por día

Doña Bárbara. Rómulo Gallegos.



Mi edición de Doña Bárbara es, como la de María, una de esas para escolares. Con glosario y un epílogo con instrucciones para leer y "entender"la obra según les parece a los profesores de primaria.

No tengo idea de como llegó el libro de Isaacs a mi casa, pero el de Gallegos lo fui a comprar con mi mamá junto con el resto de la lista de útiles escolares. En la primera página en blanco del libro, que aún está en casa de mi mamá, se lee claramente en mi caligrafía infantil Estrella Araque, 6to "B". No sé porqué las comillas.

No recuerdo qué hice para aprobar castellano ese año, pero sí recuerdo que entrompé el libro a mis 11 años y no llegué ni a la mitad.

No entendía nada, me perdía entre los diálogos llenos de palabras desconocidas, cabeceaba intentando superar las catorce páginas que se gastaba Rómulo en describir los pantanos o las palmas de Altamira, desde el primer momento me cayó muy mal Santos Luzardo, y en general aborrecí la alharaca respecto a una supuesta obra maestra que yo encontraba aburridisíma.

Terminé el colegio sin tener mucha idea sobre la historia de la Domadora de hombres y comencé la universidad decidida y segurísima de estar estudiando lo correcto. La gente dice que para estudiar periodismo "hay que leer mucho", y yo con eso estaba muy cómoda.

Pero, ¡oh sorpresa!, entre mis primeras asignaciones universitarias se coló de nuevo la obra de Gallegos, y lo sentí como una afrenta. Una profesora de literatura que fumaba como chimenea (en el aula) y parecía odiar al mundo, nos indicó el primer día de clases que ese semestre leeríamos - entre otros- el libro odiado.

Lo dejé para el último momento, y esta vez ya mi léxico me dejaba leer y entender a pesar de que seguían estando las mismas palabrejas desconocidas en todos los diálogos. En la premura de tener que leer para un examen me volví a saltar muchas páginas descriptivas, pero llegué al final con una idea clara del argumento. Y en general no lo detesté, pero tampoco lo amé. Esto ocurría a mis 17 años.

Durante las vacaciones que pasé en la recién estrenada casa de mi madre el año pasado me encontré con un panorama medio desolador. Ahora mi hermana menor y ella trabajaban, por lo cual yo me quedaba horas y horas sola en casa, esperando que mi familia volviera de sus labores.

Las cosas aún estaban en cajas porque no había dado tiempo de desempacar todo, y una tarde larga y calurosa en la que creía enloquecer de fastidio me fijé que una de las cajas más accesibles en el patio decía L I B R O S, esto con la bonita caligrafía de mi mamá, y no lo pensé dos veces para ir y abrirla, decidida a ocuparme en algo distinto al zapping que venía practicando desde hacía dos semanas.

El primer libro que apareció fue este, la misma edición comprada más de 10 años atrás, con la tapa un poco rota y las hojas ya amarillas. Casi sin notarlo empecé a leer la historia otra vez, olvidando que había una caja llena de libros frente a mi. Libros que quizá aún no había leído. Fue raro.

Por primera vez, siendo la tercera vez, disfruté las anteriormente detestables descripciones. Le puse cara a Marisela, y me encanté con ella como si apenas me la estuvieran presentando. Reconocí en ella muchas cosas mías, y en Santos muchas cosas de las que buscamos casi todas las mujeres en un hombre.

Entendí a la Doña, por primera vez también. Y dos días después cerré el libro terminado con una sensación parecida a la vergüenza. ¿Cómo es posible que no me hubiera gustado este libro antes?.

6.9.11

30 Libros. Día 13. El primer libro que leyó en su vida.

Recomendamos, según la indicación correspondiente, un libro por día


María. Jorge Isaacs



Hasta ahora este había sido un ejercicio divertido, pero hoy ha sido particularmente esclarecedor. Tuve que hacer un esfuerzo significativo para recordar el primer libro "de verdad" que había leído. Cuando hice la lista inicial dejé este renglón en blanco esperando que llegara a mi el recuerdo.

Sé que lo primero que leí fue una serie de libros de (eran muchos) que en cada tomo agrupaban cuentos infantiles por tema. Cuentos de hadas, de animales, fábulas de Esopo, y varios más. Se llamaba Enciclopedia fantástica, o algo parecido, y estaban en la biblioteca de la casa de mis abuelos en Maturín, donde pasé varias vacaciones de mi infancia. Mi abuela2, la esposa de mi abuelo, era maestra de primaria, y tenía muchos libros para niños.

Pero exprimiendo mucho más mis neuronas, finalmente di con el primer-libro-de-gente-grande que leí entero. Este sí era de la biblioteca de mi casa. Y no sé cómo llegó allí. Era una edición barata, de esas para escolares, que tienen en la portada una representación en caricatura de los personajes de la historia.

María aparecía representada como una niña campesina, con una trenza en el pelo adornada con flores. Sólo recuerdo que la historia era muy triste pero me atrapó.

Hoy, haciendo la investigación previa a esta nota, releí el argumento y me quedé pasmada. Resulta que el primer libro de mi vida es una historia cursi y dramática como pocas. Una pobre mujer perdidamente enamorada de su primo, que la abandona para irse lejos.

Tiene que haber un elemento determinante aquí. La primera historia de amor que conocí en mi vida, más allá de la Sirenita o la Bella y la Bestia que ya dejan bastante para analizar, es esta de una mujer mal pegada, medio incestuosa y, con el perdón del Sr. Isaacs, medio pendeja.

Señores, yo no tendría más de 10 años cuando leí María. Mi madre y mi padre tendrían que haberme supervisado. ¡Miren en lo que me convirtieron con su descuido!. De aquí deben originarse todos mis problemas de amor.

Luego de esta epifanía sólo me queda advertirles, no dejen a sus hijas leer María. Al menos hasta que encuentren el amor en la vida real. Si se descuidan les pueden salir bien perturbaditas, capaz escritoras, actrices, artistas o algo de eso... pero pertubaditas igual.