6.12.11

Pruebas


Nos graduamos de bar apenas dos días días después de la inauguración. Ya casi salía el sol cuando hubo que sacar al primer borracho que se quedó dormido en una silla, desnucado, y en una posición imposible, que nos hizo reconsiderar la gravedad y otras leyes de la física.

Todo bien con el borrachín, un bar sin borrachos no es un bar, o en todo caso es un bar de mierda.

Antes de esa gran prueba final ya habíamos tenido un parcial difícil, otro borracho, pero de la especie pesadus babosus, de esos que persiguen a todas las mujeres presentes diciendo impertinencias morbosas - aunque este al menos era gracioso, debe reconocérsele -. Era un viejito jodedor, con voz carrasposa y un desagradable tic nervioso, hablaba relamiéndose cada dos palabras.

A mi me abordó justo al lado de la biblioteca donde estaba paradita esperando a los posibles compradores de libros o revistas, me pidió que nos tomáramos una foto, y yo, ingenua, le dije que sí por cortesía. "Bueno, vamo a casa que ashá tengo la cámara", me dijo. Un genio, el abuelo.

Como siempre pasa, también tuvimos un examen reprobado, cuando una mesa demasiado exigente devolvió un plato porque el salame tenía - según ellos- un color "raro". Igual creemos, como todos los estudiantes, que no fue culpa nuestra sino que el que examinaba estaba predipuesto y con ganas de joder el parque, antes del incidente nadie había tenido nada para decir en contra del mencionado embutido, salvo odas y alabanzas. Además, se les notaba que habían caído de casualidad, porque ningún lector Orsai se atrevería a hacerle el feo al famosísimo salame mercedino.

Finalmente, como en todos los cursos de alto nivel, la semana pasada aprobamos el test de inglés. Un gringo gigante y muy rubio, con los brazos y las piernas llenos de tatuajes, y una melena platinada que le llegaba casi a la cintura se acercó a preguntarnos sobre esas hermosas revistas que se mostraban en la biblioteca. "I'm an artist, me dijo, and though I can't read spanish I think the art work is awesome". ¿Quien ilustra las notas?, fue su pregunta inicial, y obviamente hubo que echarle el cuento (en inglés) desde el mismísimo principio de los tiempos, casi que desde cuando Casciari iba al jardín y aprendía a leer y a escribir.

Veinte o veinticinco minutos más tarde, luego de varios "wow!" y otros "can't believe it", el gringo se marchó contento, con una revista que no podía leer bajo el brazo y proclamándose el nuevo fan número uno de Casciari, Orsai, el bar y los argentinos.

No les voy a mentir, se siente bien bonito ser mensajero de este disparate, por la calle hay mucho loco, pero de vez en cuando resultan ser locos lindos.