3.7.11

Esto no es la continuidad de los parques


Esta ciudad me está enseñando un montón de cosas. Lo primero y quizá lo más importante es que esta ciudad me enseñó a caminar. Perderle el miedo a las decenas de cuadras es la primera señal de que te estás entendiendo con Buenos Aires.

Estando recién llegada un mesonero amable -es decir, un espécimen en vías de extinción- me explicó que no necesitaba tomar un colectivo para hacer las 20 cuadras que me separaban de mi casa. Eran las 2 de la mañana de un sábado y la zona estaba aún en pleno movimiento luego de un concierto masivo y gratuito, donde pudimos ver a Plácido Domingo cantar unas canciones muy graciosas y luego un par de tangos que le quedaron bien bonitos.

El mesonero no se daba abasto para atender un lugar atiborrado de gente pero aún así se tomó la molestia de explicarme que "por acá nomás, derecho siempre" llegaba a mi destino. "Son 20 cuadras apenas, me dijo, y además la noche está linda". Para mis parámetros tropicales ya estaba haciendo un poco de frío, y 20 cuadras era muchísimo. Pero desde este julio polar entiendo ahora que sí estaba linda la noche, y que no era tan lejos.

Verán, 20 cuadras en una ciudad con aceras y gente, no es nada. Y si en cada esquina hay un cartel que te indica nombre y ubicación, pues menos.

Así que eso fue lo primero que aprendí acá, que en las ciudades se camina, y además, se camina sin miedo.

En ese mismo orden de ideas, aprendí que hay unos dibujitos cuadriculados, con números y algunas manchas verdes, que se llaman mapas. Y que con esos mapas es posible llegar a un lugar aunque no hayamos ido nunca antes. Es muy fácil, más si los dibujitos los buscas en internet. Estás en un lugar X, que tiene un nombre y un número, y vas a un lugar Y, que tiene otro nombre y otro número. Simplemente los señalas en el dibujo y con un poco de sentido común te desplazas de un lugar a otro.

Ayuda mucho que además de tus pies, puedes usar unos autobuses que recorren toda la ciudad para movilizarte. Ya en Caracas había aprendido a usar los autobuses, pero acá es más fácil porque a alguien muy inteligente se le ocurrió ponerles unos números grandotes al frente, y luego en cada calle, bien señalizado con un poste alto y un cartel, están los mismos números que se ven al frente de los buses. Entonces si quieres montarte en el 39, buscas en el mapa dónde se para, caminas hasta allí y donde veas el poste con un 39 lo esperas. El resto sí es lo mismo, sacas la mano y te montas en el bus cuando pare.

Imagínense mi asombro, yo que llevaba 25 años moviéndome con indicaciones como "sabes donde está el quiosco verde? bueno ya no está, pero ahí te paras y cuando veas la camioneta del aviso amarillo la paras, pero pregunta porque a veces no tienen aviso, o a veces tienen aviso amarillo pero van para otro lado".

Podría decir entonces que esta ciudad me enseñó también un poco de civilización, pero tampoco es tan así porque créanme que esta gente a veces se pone incivilizada. Se amotinan y queman uno de esos buses con números enormes, en la mitad de la vía. Y cuando preguntas por qué te dicen cosas sobre el campo, o sobre equipos de fútbol que se van a un lugar llamado "la B" y que nadie sabe donde queda pero debe ser horrible porque todos lloran cuando los mandan para allá.

Una vez aprendido lo de caminar, esta ciudad te empieza a enseñar otras cosas. Te enseña a caminar viendo para arriba, porque hay unos edificios que tienen 200 años y que son una cosa hermosa para contemplar cuando les pega el sol de las 5 de la tarde. Aunque también aprendes a los golpes que deberías estar mirando al suelo, porque hay más perros que gente y la poca gente que hay no tiene ni idea de que cuando saca a sus perros a pasear, deben llevar bolsitas para recoger lo que ellos van dejando por la calle.

Finalmente, aprendes que estar solo no es tan terrible como nos habían dicho toda la vida en nuestras ciudades tropicales. Si te fijas por la calle, ves que en todos lados hay mucha gente sentada sola, tomándose un café (aunque nadie haya aprendido aún a hacer uno decente) o almorzando con la vista hacia el parque. Ah! porque se me olvidaba, esta ciudad también me enseñó que esas manchas verdes que se ven en los mapas son unos lugares preciosos llamados parques.

Están usualmente llenos de árboles, bancos y gente. Gente sola o acompañada. Leyendo un libro o tomando el sol. Porque se aprende a apreciar al sol, cuando nada más calienta durante 6 meses al año.

Pensar que yo siempre lo dí por sentado, al pobre. Pero no, se ve que no puede estar en todos lados a la vez, así que como en mi ciudad está de guardia todo el año, acá tiene que tomar turnos para que le alcance la luz y el calor.

A dos cuadras de mi casa está uno de esos parques, aunque en realidad es un jardín. Está lleno de plantas de todo tipo, y en la pata de cada una hay un cartel que dice como se llama, en cristiano y en latín, como para que entienda todo el mundo.

A ese parque voy de vez en cuando, sola, con algún libro o una de las 12mil guías que tengo que leer en la universidad. Llego, me siento en un banco donde pegue el sol (porque desde que llegué lo aprecio más) y cuando me desconcentro de la lectura, porque está aburrida o yo estoy dispersa, me quedo lela viendo hacia alguno de esos edificios que les digo, o viendo pasar los autobuses por la avenida del frente. Si empieza a hacer frío me voy a algún café, siempre caminando, y trato de leer un poco más o me pongo a pensar en cualquier cosa.

Hoy por ejemplo me puse a pensar que debería escribir en el blog sobre las cosas que hasta ahora me ha enseñado esta ciudad. Y así llegué a acá, a escribir esta tontería. Porque esta ciudad además de enseñarte cosas tiene la habilidad de ponerte a pensar, y yo cuando pienso, casi siempre, escribo.

8 comentarios:

Chemi dijo...

Interesante en Buenos Aires que las cuadras son extensas, y es por que algunas de ellas tienen un parque interno que es para los edificios que las rodean. Un Oasis!!

Valen T.R. dijo...

Me ha encantado este post, porque es todo lo que he visto en mis 6 visitas a esta hermosa ciudad que ahora me recibe de brazos abiertos. Aprendí a caminarla de la misma manera que tú hace 10 años, recién hace 4 aprendí a usar los colectivos, y hoy, después de apenas una semana, la ewmpiezo a entender mejor.

Mario dijo...

Con posts asi, a quien no le provoca visitar Buenos Aires? Creo que hay que contratarte para el ministerio de turismo, pero de aca, porque haces una excelente publicidad!

Anónimo dijo...

A los 16 años leí un poema que escribió un viejito que respeto mucho, un poema llamado "Comunión", que hablaba de cómo él aprendió a querer a Caracas cuando llegó hacía más de medio siglo. Hablaba de una comunión que consiste en ir, poco a poco, haciéndote parte de algo, de ir conociendo un lugar y hacerlo tu lugar, pero de manera natural, sin forzarlo, sólo por la magia de ese lugar que te recibe y te invita.

Han pasado 11 años desde que leí aquel poema en un carro en movimiento, y leyendo este post lo recordé como si hubiese sido esta mañana!

Y debo decirte que el haber hecho esa asociación me alegra mucho, me alegra por ti, porque me consta que a él su comunión con Caracas lo convirtió en el hombre grande que es; espero que Buenos Aires y tú logren algo así.

Ora dijo...

Una belleza este post, en serio. Sigue escribiendo lo que te enseña la ciudad y sigue regalando entradas así, al blog y a nosotros.

Victoria B. dijo...

Me encantó este post, ¡Me encantó! Yo viví hace poco una experiencia sumamente parecida -sólo que no en argentina-. Y sé lo que sientes...
Uno viene acostumbrado a que las calles son para rodarlas, no caminarlas, y que las pocas veces que se camina algo, después de que anochece, es una temeridad hacerlo. Vienes acostumbrado a buen clima, al sol, pero jamás te detienes a apreciarlo. Los pocos parques que hay por aquí, ‘son para los niños’, si, esos no son para uno. Vienes con esa maña de que si quieres tomar algo vas y lo compras en la feria del cc, no en un café -que también, asombrosamente, sirven para encuentros con amigos- y jamás saldrías a tomarte esa bebida que adquiriste en un banquito de la ciudad...
Y esa parte de andar solo, a uno le hicieron creer que siempre tienes que andar acompañado, luego uno entiende, que es mejor ir solo, porque normalmente te llevas mejor contigo mismo que con los demás...
¡Una belleza de post, me sentí super identificada!
¡Felicitaciones! Y espero que Buenos Aires te siga abriendo los brazos y enseñándote todas esas cosas que se aprenden cuando vives afuera.
¡Saludos!
Vic.

Victor Marin Viloria dijo...

Mi perfect,

Este texto no solo es hermoso, sino que ha sido muy, muy util para mi. Al leerlo, senti como si fuese escrito para mi. Si, asi de bueno es. Y si no me logro explicar todavia, pues para eso tenemos skype. Me gustaria hablar contigo uno de estos dias. A lo mejor entonces puedas comprender por que aprecio tanto que hayas escrito lo que has escrito. Basta que empiezo a sonar confuso, asi que te mando un abrazo en la forma de un gracias.

Anónimo dijo...

Qué lindo que mi ciudad te esté gustando tanto. Un orgullo para nosotros y una alegría que todos la puedan disfrutar así!
Saludos y siempre son bienvenidos!