12.10.08

Diéresis




He llegado a una conclusión irrevocable. Pero no quiero arruinar el éxtasis de este texto anunciándola desde ya. Vamos por partes, como dijo Jack.

Sentir dolor no es lindo, eso no es algo nuevo. Pero con el dolor puedo manejarme de alguna manera. Uno llora o grita, si es dolor emocional. O sencillamente va al médico si es dolor físico. En mi caso una cosa va ligada a la otra, a pesar de mis esfuerzos. No puedo evitar terminar en cama con fiebre y/o náuseas cuando me rompen el corazón. Es terrible eso, me detesto cuando me pasa.

Con el odio también tengo una relación ya establecida. Yo casi nunca odio, pero cuando finalmente lo hago, lo hago bien . Me cuesta odiar, porque me gusta creer que la gente es buena por default. Y cuando alguien se gana el estatus de ser odiado ya no hay nada que hacer. Y así me manejo con ese sentimiento, odio con todas mis fuerzas, me concentro en ese sentir y poco a poco va mutando en desprecio, indiferencia o lástima. Y de ahí al olvido, sólo hay un paso.

Justo a eso me refiero cuando digo (ya lo he dicho) que la indiferencia es para mi una falta imperdonable. A mi me amas. O me odias. O me tratas por cortesía aunque ambos sepamos que a mis espaldas hablas de mi. Pero a mi no me olvidas. Soy así de rara, quizás no logro transmitir mi punto con exactitud, pero por ahí van los tiros.

La tristeza es una compañera agridulce. La mayoría de las veces no la quieres cerca, pero muy de vez en cuando la necesitas, para disfrutar un buen vino o una buena canción. Y para entender la felicidad. Porque no es posible saber cuando estás feliz si nunca has estado triste. ¿No?

Del amor he hablado demasiado ya en esta bitácora, y además es muy extenso el tema como para resumir en un párrafo mi relación con ese sentimiento que tiene siglos moviendo al mundo. Digamos, para no dejarlo fuera, que yo amo mucho, demasiado, más de lo que debería. Amo a mi madre, a mis padres, a mis hermanos. Amo a mis amigos, con una intensidad a veces exagerada. Y amo sin que me amen de vuelta, en un mínimo pero doloroso porcentaje de las veces.

Con el único sentimiento con el que no he aprendido a relacionarme adecuadamente es con la vergüenza. He concluido por eso que la vergüenza es el peor de los sentimientos que puedo tener.

Tengo una danza discorde con ella. A mi no me avergüenzan las cosas que le avergüenzan a la mayoría de las personas. Yo soy capaz de hacer cosas que estoy segura le generan a otros la muy temida 'pena ajena'.

Puedo atrapar a una amiga muy discreta en un trencito de conga improvisado en una tienda por departamentos, y hacer reir con eso a mis otras amigas y a los vendedores.
Puedo voltear con desparpajo - saludos a Raqué, por cierto- para ver al chico guapísimo que acaba de pasar, sin que me importe ser descubierta por él en el momento en que también voltea.
Puedo salir borracha y casi sin conciencia de algún lugar al que volveré la semana siguiente, sin que me importe lo que digan los presentes (o los ausentes cuando se enteren).

Lo que no puedo es admitir ciertas cosas. Decirlas en voz alta. Ser descubierta en los aspectos que trato de ocultar con vehemencia. Mostrarme vulnerable. Claro está, según mis parámetros. Quizá a ustedes les parezca que muchas de las cosas que he dicho aquí muestran mis vulnerabilidades, pero en el fondo no es tan así, porque yo misma me permito decírselo al mundo.

Hay cosas, pequeñas y grandes, que sólo saben dos o tres. Esas son las cosas que me producen vergüenza.

No puedo lidiar con ese sentimiento porque me persigue. Puedo dejar de odiar o amar, puedo superar el dolor, pero la vergüenza me acosa. Cuando la recuerdo vuelvo a sentir ese revoltijo en la panza, me dan ganas de taparme la cara para siempre, se me calientan las orejas e instintivamente me agarro el pelo o me rasco la cabeza.

Me avergüenza la vergüenza. ¿Quien lo iba a decir?

5 comentarios:

Sophie dijo...

En primer lugar te felicito, escribes muy bien, tengo poco tiempo leyendo pero ya me he contagiado con alguna buena canción que recomiendas y también me he visto reflejada en algunas cosas que has escrito, pero esta en particular se parece tanto a mí!

Jefferson Díaz dijo...

Una de las cosas que ayudan a hacernos crecer como personas, es reconocer nuestras fortalezas y debilidades. Eso ya lo sabes. Muy bueno el post, y me encantó la referencia en el primer parrafo a una buena canción de Estopa, y cito: "Como dijo Jack el Destripador, vamos por partes".

Jefferson.

Anónimo dijo...

Yo, en vez de un post intenso, me limito a ser meramente egoísta: YO SOY LA AMIGA DISCRETA!!! SOY YO! SOY YO! Jeje... De todas maneras, amo las locuras indiscretas que mis nenas hacen; en ocasiones participo de ellas (seguro eso nos pensaron cuando hace poco nos llamaron a pagar en un sitio de comida rápida y nos sorprendieron a la Rubia y a mí en una especie de boobie high five/dance entre nos) y, de vez en cuando, cuando me sorprendo a mí misma siendo yo la "loquita.que.todavía.se.cree.de agencia" a quien su entorno mira con sonrisas (claro, miran a una loquita), me acuerdo de mis nenas y sonrío yo por dentro.
Lobiu so friquin moch!

Anónimo dijo...

Taaann linda la redhead, por favoooorr!!! Yo la extraño, nerra!!! Tú no??

La Perfecta dijo...

uy sí! que la extraño una barbaridá, pofavó!!!

hacen falta los tonos rojizos en este comercial de tintes :(